Impresiones

"Y en tu cuerpo/todos los errores".

1.25.2006

 

Uruguay etéreo

Montevideo es una provincia del tiempo, una región en la que el presente está un poco dormido. El presente está lánguido en Montevideo, y por eso a los montevideanos les queda más futuro.
Por eso disfrutan más lentamente de las cosas. Por eso se los ve más seguros y domésticos. Más estables, con esa elegancia dispersa y latinoamericana que los hace vivir de entrecasa.
Por todo eso y porque son uruguayos: porque son ciudadanos del recuerdo. Los uruguayos nunca se cansan de visitar las hazañas, de recrear la historia, del fútbol como antigua destreza nacional. Se aferran al pasado para conservar futuro, como si estuvieran llamados a hacer algo importante.
La uruguaya es la ciudadanía más extraña de Sudamérica. No exageran los uruguayos cuando se consideran distintos. Ese país es el espacio de confluencia de Europa, África, y de la América antigua y carnívora de los indios charrúas. Han sobrevivido a Argentina y a Brasil. Han ganado mundiales.
Ellos son los inventores de la clase media, los creadores de su esencia de barrio y de todos sus placeres. Sus mejores logros son el sabor a leña en los asados, el amargo profundo del mate y la extraña manera en que viven las tardes de domingo.
En mi última visita pasé pocos días en Uruguay, pero sólo algunos aromas, en el primer segundo de estadía, alcanzan para confirmar el lugar y el tiempo: todo transcurre lentamente, y uno puede por fin darse cuenta de que las percepciones cotidianas que traía son en realidad extrañas mentiras. Hay algo en el aire de Uruguay, algo que nos convierte en testigos extranjeros y nerviosos. El mundo se inclina hacia la tranquilidad.
Algunos rincones del país son modestos paraísos, donde incluso al extranjero invaden los recuerdos y la nostalgia de ser uruguayo. Como si fuera un ensayo de la madurez y del fin del desenfreno, Uruguay nos espera con campos mullidos y mucha agua, un territorio atravesado por ríos y con una costa amplísima.
Sin embargo, muchos uruguayos escapan. Aunque lánguida, la historia transcurre siempre, incluso en Uruguay. Y ante novedades y dictaduras muchos prefirieron salir al extranjero, eligieron no permanecer en el encierro tranquilo de las ciudades pequeñas y las familias unidas.
¿Cómo culparlos? Uno desea siempre lo que no tiene. Y cuando lo logra, desea lo que antes tuvo, o lo que todavía no logró.
Pero hay que ser justos: a pesar de los expatriados, Uruguay ofrece un hogareño balance entre lo que tiene y lo que quiere. Al menos, un balance extraño para Latinoamérica. El secreto está en su clase media, en sus grandes aspiraciones y en sus profundísimos orígenes. Una provincia del tiempo, entre tres continentes casi de ficción, que expulsa amores, que abriga la nostalgia y que se balancea entre llamadas de tambor. En síntesis: un pequeño paraíso doméstico y contradictorio. Casi como una familia.

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