Impresiones

"Y en tu cuerpo/todos los errores".

6.07.2005

 

Aguas del Mapocho

Cruzar una frontera, atravesar los bordes de un país, es algo siempre incómodo. Es que los estados se fundaron sobre esos límites artificiales, y por eso los defienden con detectores de rayos X y con los filosos interrogatorios de los oficiales de migraciones.
En los aeropuertos, el tenue olor a perfume que llega desde los free shops trata de desviar nuestra atención, pero se trata en realidad de lujosos espacios de control, como los cuarteles o las comisarías. Así intentan controlar los desplazamientos de los cuerpos, como si la libre circulación de las personas representara un peligro profundo. El movimiento como una forma de terrorismo.
Al salir del aeropuerto de Santiago de Chile, y para llegar al otro lado de la ciudad, se debe recorrer un túnel interminable, de 7 kilómetros de largo. El taxista, orgulloso, me explicó que en ese mismo instante, sobre nuestras cabezas corría el río Mapocho, uno de los símbolos de Santiago. La autopista subterránea acababa de inaugurarse, y corría justo bajo el lecho del río.
El sonido de los motores volvía como un grave zumbido, después de rebotar contra las paredes. Hasta ahora, pensé, los túneles de la civilización atravesaban los ríos, intentaban dejarnos en la otra orilla. Pero este túnel recorría por debajo una de las arterias vitales de la ciudad. Sin prestar atención a los autos, el agua cruza Santiago en el mismo sentido en el que hizo durante toda su historia. Hay pocos casos de ríos que invierten su flujo.
No es la primera vez que la corriente del Mapocho sufre un sobresalto. Quienes vivieron el golpe de 1973 –me asegura un amigo– han podido ver cuerpos flotando en sus aguas. Cuerpos anónimos, hinchados, atravesaban la ciudad como fantasmas. El episodio era común, y hasta animaba al análisis: si los cuerpos aparecían con mayor frecuencia, eso quería decir que la dictadura de Pinochet había recrudecido en sus políticas. Las crisis sociales se reflejaban en el río, y los cuerpos eran una forma muy cruel de la advertencia.
Para esas vidas anónimas, se trataba del último recorrido por la ciudad. Hoy no es necesario morir para recorrer el Mapocho: la oscuridad de un modernísimo túnel ha resuelto el problema.



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