Kaos es un macho. Apenas uno entra a la casa, comienza con sus cortos maullidos. Anuncia que tiene hambre. Crisis es una de las hembras, la que se brinda siempre, sin condiciones. Pero Violencia –me dicen– es la más inteligente; mide sus recursos, calcula, y se acerca sólo cuando lo necesita. Crisis y Violencia pelean todo el tiempo, y sólo la presencia de Kaos parece liberarlas de la tensión.
Tres gatos mexicanos, condenados a sus nombres, que llegaron en pequeñísimas jaulas a Chile, gracias a la obsesión de un amigo que me hospeda en Santiago.
En mis recorridas por la ciudad, me siento un provinciano. Una violentísima actividad parece haber ganado el espíritu de los chilenos. El placer por el consumo, la certeza que encuentran en los objetos, una fe casi política en la propiedad: el ritmo es demasiado acelerado para Latinoamérica. El orden encauza el flujo sanguíneo de la ciudad en avenidas plagadas de autos importados, en las líneas de un metro ultramoderno, y en los ríos que han perdido su lecho original al ser encajonados de cemento.
Camino por el borde del Tobalaba, un pequeño río que separa los barrios de Las Condes y Providencia. Los árboles de la orilla son jóvenes, casi todos exóticos. Parecen haber sido plantados en función de los colores que iban a ofrecer a la ciudad. Un empleado barre aplicadamente las hojas; rojas, amarillas, europeas, orientales. Y un ombú muestra sus raíces enormes, para situarme nuevamente en este continente.
Es que los habitantes de Santiago se enfrentan a la geografía y a la historia. Una de las contradicciones de esta sociedad está en el desajuste, que ellos mismos resaltan cuando tienen ocasión, entre su estilo de vida y la herencia que les tocó en suerte. El componente indígena se expresa en sus narices y en ese color de piel que aparece –terco, inmortal– hasta en el rostro de los ejecutivos bancarios que manejan autos extravagantes por una ciudad que parece norteamericana.
El orden, se sabe, es una forma de violencia. Y la crisis parece más bien lejana para quienes presumen de tener la economía más estable de la región. Latinoamérica es un problema que queda muy lejos de Santiago. Espero poder relajarme pronto, cuando pueda conocer un paisaje más familiar, en el caos de los suburbios.