Impresiones

"Y en tu cuerpo/todos los errores".

6.03.2005

 

Morandé 80

La primera caminata por la ciudad. Mi educación en el sentido común de la izquierda me lleva al palacio de la Moneda, en el que Salvador Allende fue asesinado el 11 de septiembre de 1973. Hace poco tiempo, el gobierno socialista de Ricardo Lagos rehabilitó la entrada de Modandé 80.
La puerta parece nueva, de madera veteada y herrajes finos. Se nota que la han colocado hace poco tiempo, porque el cemento es más claro, y la entrada parece flamante. Por allí, Allende recibía a quienes solicitaban una audiencia en el despacho presidencial. El edificio fue casi destruido durante el golpe de estado que organizó Pinochet, pero la puerta de Morandé 80 resalta como algo reciente, incrustada allí hace poco tiempo.
Con Lagos en la Presidencia, el socialismo chileno quiso reivindicar a Allende después de un largo camino. En esos años se produjo la reeducación política de la izquierda, que hizo propias las reformas económicas y asumió el objetivo de la llamada reconciliación nacional.
Unos pasos más allá, en la plaza contigua a la Moneda, un carabinero se esconde tras un árbol. Intenta que sus camaradas no lo vean mientras discute con su novia. Al parecer, el uso del teléfono celular durante el servicio está prohibido en la fuerza, pero algo hace que este oficial no pueda evitarlo, y violar la ley. Lo observo, y detrás mío también lo observa Salvador Allende, desde su estatua.
También ese homenaje parece reciente, porque en sus hombros, el mártir socialista aún no recibió la descarga de los cientos de vientres de las palomas que recorren el espacio aéreo de la plaza. Al menos, Allende no exhibe las mismas manchas que se pueden ver en los hombros de su predecesor, Eduardo Frei Montalva, que también forma parte del paseo de estatuas. Pero no hay que ilusionarse. El tiempo todo lo iguala, y las aves van a hacer su trabajo, inexorables, sobre los hombros del presidente derrocado en 1973.
Volviendo algunos pasos, de nuevo hasta Morandé 80, se podía ver una postal de actualidad política. Dos carabineros, marciales en sus uniformes de un color marrón claro y extraño, custodiaban la entrada detrás de unas vallas metálicas. Por la mañana de un día de semana, en plena actividad presidencial, la puerta estaba cerrada. Como en una historia de Franz Kafka, la existencia misma de la puerta aplastaba a quienes, aunque más no fuera en sus sueños o en sus ingenuos recuerdos del socialismo de Allende, quisieran atravesarla.



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