Impresiones

"Y en tu cuerpo/todos los errores".

6.17.2005

 

Polvo en el café

No sé lo que sucede en otras partes del universo, pero en este largo país entre la cordillera y el mar (tan largo que no se puede decir “a lo largo y a lo ancho” cuando la retórica intenta abarcarlo) la lluvia parece haber llegado para quedarse. Todo está mojado.
A pesar de la omnipresencia militar, comienzo a encontrar algunas zonas agradables en la ciudad. La calle Mosqueto, por ejemplo, es un pasaje antiguo con bares a la intemperie. El aroma a café brota de las puertas abiertas. Y hay librerías que no se deciden, y también tienen sus mesas para los intelectuales rezagados.
El problema sigue siendo la hiperactividad capitalista, y sobre lo que era la isla literaria y tranquila de Mosqueto, ahora flota el polvo de los edificios en construcción, que amenazan con hundirla en las sombras.
Tanto me gusta la zona, que acabo de encontrar un pequeñísimo departamento ahí. Tiene dos ambientes mínimos, pero cuando entré por primera vez, sus vidrios sucios dejaban ver algo del barrio y de los parques que lo rodean. En un instante, y gracias a una transacción comercial con la dueña, pasé de ser un simple turista a firmar como vecino de la ciudad. La casa de la “arrendataria” era una especie de oasis histórico. Esa mujer parece decidida a seguir viviendo en la década del 50, con sus adornos de porcelana y sus tejidos blancos sobre los muebles. Por suerte, aceleró el trámite. Quizá sospechaba lo mucho que me cuesta adaptarme a la ciudad, y al país.

Es que, como podría haber dicho Perón, los chilenos no son ni malos ni buenos: son incorregibles. He comprobado que todos los latinoamericanos que pisan este país se convierten en fervientes nacionalistas. Personas que, como yo, tenían sus dudas sobre la nacionalidad y sus valores, y no aceptaban muchos de los prejuicios que nos llegaban de la educación, nos convertimos en simples defensores de los límites geográficos y los poderes del estado. Uno no sabe cómo llega a pensar y decir ciertas cosas. Parece una capacidad chilena esa que nos pone a la defensiva.
De todos modos, también he encontrado gente sensata, que me ayuda a separarme de la bandera y a volver a confiar en la humanidad. Espero que sigan ahí, y no hayan desaparecido en el mapa ampliado que encontré navegando por la extravagancia militar chilena.



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