Impresiones

"Y en tu cuerpo/todos los errores".

9.25.2005

 

Hermoso ladrillo

Acabo de terminar de leer 2666, de Roberto Bolaño. Es un libro pesadísimo, porque contiene un mundo enorme y concentra las dudas y las certezas de la literatura moderna. Y ahora que dejé el libro sobre la mesa, entiendo que su tamaño fue parte de la propuesta durante todos estos meses de lectura.
Es un libro incómodo. Necesita de mucha paciencia. Ninguna postura es completamente placentera, lo que obliga todo el tiempo a reconsiderar el objeto, todo el tiempo instaura la presencia de ese ladrillo de 1125 páginas que se impone a nuestra vida cotidiana y a nuestros livianos hábitos de lectura.
Y lo que se impone también es la omnipresencia del autor. Uno tiene la certeza de que está leyendo las puras obsesiones de Bolaño, un enfermo de voracidad por los detalles y los paseos, un preceptor de la inmoralidad, un convencido de que la escritura sólo puede funcionar como una forma de exorcismo.
A pesar de todo esto, casi produce furia que no descuide la estructura. Provoca envidia que, además de afirmar que el placer de la literatura está en los desvíos, Bolaño sea capaz de anudar su bestial imaginación a un esquema. La novela va y vuelve entre las décadas con una despreocupación envidiable. Hay pequeñas llaves, revelaciones mínimas, detalles que anudan unas historias con otras, y que nos hacen sentir estúpidamente felices por haber comprendido.
Pero lo importante es lo que transcurre hacia el interior de cada historia, con cada uno de sus héroes cotidianos, con los asesinos y policías y narcotraficantes y nazis a los que uno puede casi acariciar gracias a la distancia de la ficción. El bien ya no se aleja del mal, y Bolaño es capaz de concretar una estrepitosa síntesis, una catarata. Nos impone las diversas perversiones del amor como motores de algo que nunca deja de moverse, algo frente a lo que las palabras siempre llevan retraso, y que a falta de una definición menos cursi podemos llamar vida.
Una de las certezas más conmovedoras que deja el libro es que el éxito también es triste, que el paraíso hacia el cuál escapamos no es mejor que todas las vueltas que todos los días dan los cuerpos buscando un amanecer, como bien hubiera dicho Spinetta.
El libro de Bolaño apunta hacia el mundo, propone explorar las casualidades y tomar nota de todos los detalles. Y 2666 es sólo una de las versiones, son las historias que eligió de la complicada maraña de lo cotidiano que todos compartimos con Bolaño, un rescate que pudo hacer más por gracia de la voluntad que por obra del estilo.
El hecho de que sea su libro póstumo le agrega cierta oficialidad, un acartonamiento que –por lo que sé– Bolaño hubiera detestado. Pero no nos queda otra opción que canonizarlo, sin ceremonias y con toda la soledad y el alcohol que se merece su memoria. Pero canonizarlo por incómodo, por escritor de ladrillos felices, y por habernos dado una novela imprescindible.



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